Origen
Precedentes históricos
Títeres, copia del
grabado en color hecho por Giovanni Volpato, conservado en el Museo de Gadagne
de Lyon. Reproduce un óleo pintado hacia 1770 por el veneciano Francesco
Maggiotto.
Algunos
historiadores sostienen que su uso se anticipó a los actores en el teatro.4 Hay
ejemplos arqueológicos de que existieron en Egipto unos 2.000 antes de Cristo
con el uso de figuras de madera manipulables con una cuerda. Algunos muñecos
articulados de marfil también fueron encontrados en tumbas egipcias. Incluso
algunos jeroglíficos describen "estatuas de pie" utilizadas por los
antiguos egipcios en dramas religiosos.
Los escritos más
antiguos sobre los títeres se atribuyen a Jenofonte en 422 a. C. Entre las
modernas aportaciones pueden mencionarse la de Jodorowsky, con su creación en
1950 del Teatro de Títeres del Teatro Experimental de la Universidad de Chile;
y la de Jim Henson, su Muppets Show y demás "teleñecos".
Los retablos
Los primeros
teatritos mecánicos que se mencionan, en 1539 según Varey, son los llamados
retablos (por su parecido con las tablas pintadas o en relieve).5 El término,
de origen religioso, se aplicó poco después a los títeres manuales.nota 2 Más
tarde llegarían a diferenciarse ambos teatrillos, quedando el término retablo
para los manuales, y los ópticos y mecánicos empezaron a conocerse como
tutilimundi, totilimondi, mundinovi o mundonuevo. Covarrubias, en su
definición, aclara que el mencionado retablo era la "caxa" (armazón
del teatrillo) y no los títeres.6
En las artes
escénicas, "retablo" es el pequeño escenario en el que se representa
el teatro de títeres. El DRAE hace derivar ese uso ("pequeño escenario en
que se representaba una acción valiéndose de figurillas o títeres") de la
definición y descripción de los retablos pictórico-escultóricos, y destaca su
capacidad de representación narrativa: "conjunto o colección de figuras
pintadas o de talla, que representan una historia o suceso") antes que su
capacidad decorativa como elemento arquitectónico. En 1611, el citado
Covarrubias dejó escrita en su Tesoro de la lengua castellana, una curiosa
descripción de los diferentes modelos de retablo y sus maquinarias.
Cervantes, que
dejó noticia de titiriteros en varias de sus obras, se refiere a los retablos
en dos ocasiones singulares, en El retablo de las maravillas, entremés de 1615,
y en los capítulos XXV y XXVI de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha,
publicada aquel mismo año.9 Por su parte, tomando al autor del Quijote como
referente, Manuel de Falla compuso en 1923 El retablo de Maese Pedro (con
títeres y escenografía de Hermenegildo Lanz y la colaboración de Manuel Ángeles
Ortiz); continuando la cultura de las marionetas gaditanas de la Tía Norica
(una de las más valiosas colecciones de títeres de cuerda de España). Poco
después, en 1930, culminando sus trabajos para los populares títeres de
cachiporra, Federico García Lorca escribió el Retablillo de Don Cristóbal.
Teatro de títeres
en España (siglo XX)
En las primeras
décadas del siglo XX, la cultura del títere alcanzó un alto nivel de calidad
artística y literaria. Además de las incursiones en el medio titiritero de
Falla y Lorca, en Cataluña, por ejemplo, a partir de la introducción por artistas
italianos de las sombras chinescas al comienzo del siglo XIX, el teatro de
sombras sedujo con su poética a personajes como Pedro Romeu, Santiago Rusiñol y
Miquel Utrillo, impulsores de inolvidables veladas titiriteras en el café de
«Els Quatre Gats» en la Barcelona del cambio del siglo XIX al XX.Poética que
más tarde recuperó Jacinto Grau en El señor de Pigmalión (1921).
La reunión en
Madrid de artistas e intelectuales de toda España rescató del olvido el arte
titiritera durante las primeras décadas del siglo XX. Se considera como uno de
los estimulantes de esa renovación del género la experiencia propuesta por
Jacinto Benavente y su teatro para niños (Teatro fantástico), en cuyo marco se
estrenó en 1910 la Farsa infantil de la cabeza del dragón de Ramón del Valle
Inclán, y más tarde el "Teatro Pinocho" dirigido por Magda Donato y
Salvador Bartolozzi, y llegando desde Granada el don Cristóbal, bruto poético,
par de otros "títeres de cachiporra" como Punch, Guiñol o los
primitivos polichinelas. En la década de 1920, la literatura del títere español
alcanzaría su momento más brillante de la mano del gallego Valle-Incláncon su
Tablado de marionetas para la educación de príncipes (1926) y los "dramas
para marionetas" incluidos en su Retablo de la avaricia, la lujuria y la
muerte.
En el umbral de la
guerra civil española, el Gobierno de la Segunda República Española a través
del Ministro de Instrucción Pública y desde las plataformas del Museo
Pedagógico Nacional y la Institución Libre de Enseñanza patrocinó el proyecto
de solidaridad cultural conocido como Misiones Pedagógicas impulsadas por
Manuel Bartolomé Cossío desde la Institución Libre de Enseñanza. Dentro de
ellas, y como recurso para llegar a los confines más perdidos de la geografía
española, se organizó el Teatro Guiñol o "Teatro de fantoches". Uno
de sus directores y dramaturgos fue Rafael Dieste, que escribió para aquél
mágico guiñol ambulante piezas como Farsa infantil de la fiera risueña (1933),
El falso faquir (1933), Curiosa muerte burlada (1933), La doncella guerrera
(1933) y Simbiosis (1934).15 16
Tipología del
teatro de títeres
Los profesionales
reconocen cuatro técnicas básicas: los títeres de guante, los de varilla, los
de sombra y las marionetas (títere articulado movido por cuerdas o hilos). A lo
largo de la historia, estos cuatro modelos de manipulación se han mezclado,
ampliado y enriquecido, desarrollando una variada tipología:
Títere bufón o
marotte, quizá inspirado en el cetro de los bufones medievales; sencillo,
primitivo e infantil: una cabeza atada a un palo cubierto por un largo faldón.
Su máxima expresión, por tamaño y dificultad de manejo, sería la Marotte a la
cintura.
Títeres digitales
(el títere dedal para Mane Bernardo), solo recomendable en espacios reducidos
pero de un gran juego pedagógico.
Títere plástico
gigante ideado por el ruso Nikolai Zykov.
Títere mimado en
el que la mano del titiritero que no sujeta el palo, aparece como mano del
propio muñeco.
Títere de peana o
pelele de piso (suelo), del tipo de títeres esperpento, finalmente relacionados
con el «body-puppet» o Títere pelele.
Títeres de
mecanismos, más comunes en Europa, cuyos muñecos, manipulados desde abajo con
varillas internas (que mueven no sólo los brazos sino también la boca, los
ojos, las cejas), requieren la sincronía de varios titiriteros ocultos en el
armazón del retablo.
Títeres plásticos,
una de las nuevas vías para el universo del títere, con el concurso de las
nuevas tecnologías.
Teatro de títeres
en Hispanoamérica
Entre los
titiriteros y creadores pioneros, y las numerosas compañías que continúan
activas se podrían citar: Mané Bernardo, la familia Cueto, Wilberth Herrera,
Javier Villafañe, Roberto Lago, Frederik Vanmelle, Silvina Reinaudi, Fredy
Reyna, los hermanos Rosete Aranda, Eduardo Di Mauro y un largo etcétera.
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